Sentadas estas premisas fundamentales, Molleja inició en una segunda parte un relato de todos los actos que se celebran en esta localidad cordobesa en honor de la Virgen de la Estrella, y con un lenguaje poético, plástico y colorista fue dejando escapar emociones, sentimientos y devociones, en un plácido y agradable paseo en el que fue percibiendo a la Virgen como “Estrella acogedora” en la ofrenda floral, eucaristía y el pregón; “Agua refrescante” en la misa al alba; “Peregrina” en la procesión de bajada; “Anfitriona” en la misa mayor; “Paseante” por la tarde noche en la procesión del día 8; “Abogada” en la novena y “Madre mediadora” de regreso a su ermita, ya reencontrada con su propia madre.
María del Carmen Molleja cerró así un ritmo litúrgico que, en una cadencia repetida, indujo a los oyentes a pensar que cada año es lo mismo y siempre es igual, "no obstante --dijo la pregonera-- nada más alejado de la realidad, porque ese ciclo litúrgico se va interrelacionando en una tercera parte con ese otro ritmo, mucho más íntimo, que cada uno protagonizamos y que va variando segundo a segundo: es nuestra propia vida, compartida con la Virgen de la Estrella que constituye el eje central, la piedra angular de nuestras creencias y vivencias cotidianas".
Desempolvando un baúl de recuerdos que se encuentran sumidos en un dulce letargo, la oradora fue repasando en un apacible recorrido junto a la Virgen de la Estrella, su niñez en familia, su infancia en el colegio, la adolescencia, la juventud y la madurez y continuó avanzando con ilusión "en unión de nuestros seres queridos, enriqueciendo nuestros horizontes en Ti, Estrella Coronada".
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