Los catalanistas, vasquistas, pan-germanistas o españolistas más
extremistas, son tradicionalistas o, apelan al tradicionalismo, para
intelectualizar la dialéctica excluyente y, concluir con rotundidad, que las
tradiciones milenarias son auténticos autos de fe infalibles, axiomas ante los
cuales hemos de arrodillarnos como el súbdito ante el soberano.
Se les atribuye a las
tradiciones, cualidades o elementos empíricos, surgidos de la profundidad del
suelo patrio, para gozo y bienestar de los humanos que pacemos en su solar. Se
da como un hecho: espárragos trigueros dispuestos a ser recolectados y
degustados en la mesa. ¡Qué maravilla! El paraíso de Heidi y el abuelito
irradiando. ¡Cuánta inocencia! ¡Cuánta sabiduría acumulada en el pasar del
tiempo! Todo bondad y buen hacer.
Así oculta el tradicionalismo sus auténticos fines, la exclusión, excluir a
alguien sin excluirlo: negar cualquier tipo de cambio, si no se ha pedido
permiso a la tradición, a los patriarcas de la tradición. A los intereses que
defiende la tradición: la sumisión. Rodeada de florecillas y canticos inocentes
profundos e inocuos en los pastos de los montes o, entre las callejuelas de lo
urbano.
Fíjense ustedes, lo intolerable de borrar el circo de Híspalis, los leones
merendándose algún túrdulo, o los sacrificios humanos al Sol. Lógicamente, los
tiempos han cambiado, ahora no aplaudimos esas cosas tan feas de tirar a las
fieras a un habitante de Sácilis, para contentar al pueblo y mayor gloria de
Cesar.
Somos más civilizados, en la actualidad Sácilis se llama Alcurrucén, y no son túrdulos los que pueblan el lugar,
en estos momentos, pacen vacas de lidia en la milenaria ciudad bética, que
paren soberbios toros, que saldrán a la arena del circo que ahora llamamos
coso, para mayor gloria de las tradiciones, del paro obrero y de un modelo
socio cultural, que tiene sumida a Sácilis Martealium, en un estado intolerable, que, empuja a sus gentes a ese
odioso exilio llamado emigración.
No se hagan los suecos, señoras y señores. No miren hacia otra parte, no
invoquen a las tradiciones, actúen, más allá de las palabras, de las buenas
intenciones y los juicios de valor.
Por: Juan Manuel Adán Gaitán
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escriba lo que piensa. Envíe su comentario sobre esta noticia, utilizando su nombre y apellidos y no como anónimos.