Por Antonio Porras Castro
De un tiempo a esta parte, y en demasiada perseverancia, nuestro obispo, o quizás solo yo lo perciba,
realiza llamamientos en continua desazón a las Cofradías y Hermandades. Los
toques de atención que sugiere y explica, en casi todos sus actos públicos, son continuos; en estos
recordatorios D. Demetrio no deja de reivindicar algo que no se
entiende, situaciones que no son explicables, entre ellas: posturas nihilistas, actitudes cargadas de egocentrismo
y posiciones más laicas que religiosas dentro de estas organizaciones religiosos con fines, sociales y cultuales.
El último llamamiento lo realizó este viernes, 13 de
Septiembre, con motivo del Vía Crucis
Magno que a iniciativa de las Hermandades
celebrará la Exaltación de la Santa Cruz el sábado por las calles de
Córdoba. D. Demetrio espera de este Vía Crucis “una magna expresión de fe, y que a su vez alimente la fe de los
participantes”, a la vez que alaba la iniciativa, advierte que “el mundo cofrade no es para personas
deseosas de protagonismo; que en el mundo cofrade, como en toda la vida
cristiana, vale quien sirve y no quien se sirve de él”.
No se entiende que D. Demetrio tenga que advertir, recordar
reiteradamente y aprovechar cualquier aparición pública o reunión con Cofradías
y Hermandades para incidir en obviedades de este tipo. Quizás lo que más
impacto me causó fueron las palabras usadas en la celebración de la homilía en
que tomaba y juraba cargo, en la catedral, el nuevo presidente de la Agrupación
de Cofradías; el Obispo promulgó: “Las
cofradías no son grupos políticos, sino grupos de Iglesia y lugares en el que
se transmita la fe y el sentido de Dios”. “Aquí no están ni los míos ni los
nuestros. Todos son nuestros gracias a
la Comunión. Esta ejemplificación es tan elocuente como la utilidad de un
brazo, sin un cuerpo. Las Cofradías y Hermandades son el brazo del cuerpo
religioso.
Nuestro Rvdo. Obispo, finalizó con el reconocimiento al
mundo cofrade, en concreto a las personas que gastan horas en preparar y
procesionar a sus sagrados titulares. También dejó claro la convulsión en la sociedad, cuando a la calle salen las
procesiones y en concreto esta, por su ambición, realce y solemnidad.
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