La mañana del 8 de septiembre, a
las doce de la mañana y convocados por el párroco Manuel Roldán, tuvimos una oración en la Parroquia
de Villafranca. Los presentes disfrutamos de la profundidad del rezó así como
de la sensibilidad demostrada por nuestro
párroco. La Virgen de los Remedios que desde su traída de la ermita
preside el altar, fue testigo de tan sublime momento en el que los
cantos y un auténtico espíritu cristiano dejaron en nuestros corazones una
calurosa impronta.
Llegada la tarde y con la celebración
de la eucaristía, comenzó la procesión. Una
veintena de mujeres de Villafranca, entre ellas algunas niñas, quisieron
acompañar a la Virgen por las calles de
Villafranca. La mantilla, que han vestido estas mujeres gozosamente junto a la
Virgen, es el símbolo y la muestra de respeto a la solemnidad que representa Ella. Esta prenda ostenta el máximo reconocimiento de la mujer
española y al ser esta, la procesión de nuestra Virgen, una ocasión única en el
año, se merece este tipo de esfuerzo y
acompañamiento.
La Virgen de los Remedios fue llevada
a hombros por las calles del pueblo; los
villafranqueños estábamos expectantes
por el paso de la Virgen por nuestra puerta y como muestra de ello se pudo
apreciar con el engalanamiento de las calles con flores blancas, azules,
adornando balcones, sacando macetas pero, sobre todo, la satisfacción de poder
casi tocar la Virgen desde tu casa.
La procesión plasmó sobre las calles
la devoción que se tiene a la Virgen María. La fe y el profundo sentimiento
religioso, que a través de la advocación de la Virgen de los Remedios, los
villafranqueños depositamos en nuestras peticiones, en nuestras plegarias y oraciones.
Las calles de pueblo quedaron
impregnadas del “aroma de la fe”, como A. Gil ha titulado su último libro.
Las flores atónitas y brillantes y sus gentes, muy satisfechas.
Los hermanos mayores, una vez más, supieron personalizar la procesión y
transmitir su alegría al resto de los
asistentes.
Me siento orgulloso y afortunado por
presenciar actos de este tipo, tan cargados de fe.
POR Antonio
Porras Castro.
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