Tras la restauración de la
imagen del Ecce Homo, patrón de El Carpio, que se llevó a cabo hace escasos
meses, su cofradía ha finalizado ahora las obras de la ermita de San Pedro, que
han proporcionado a la parte del altar un remozado aspecto y han permitido la
recuperación de la estructura original del ábside, que
según se piensa es del siglo XVI.
Este rehabilitado muro será el emplazamiento que albergue el nuevo retablo
diseñado por tres artistas carpeños: Felipe Gutiérrez, Jesús Zurita y Jose
Gavilán, habiendo sido el segundo el encargado de llevar al papel la idea
conjunta. En ella los tres han sumado sus propuestas con un fin común: que la
ermita donde se cobija la imagen religiosa más venerada de la localidad cuente
con un retablo peculiar hecho desde, para y por El Carpio.
La configuración del nuevo
conjunto escultórico es fiel a la tradición barroca, pero se ha proyectado a
partir del rescate de las trazas originales del ábside. Así, al trabajar en el
retablo, también se quiere poner en valor la arquitectura de la propia ermita,
conforme opinan los artistas. Estos han desvelado que, como el espacio es
reducido, lo primero que se plantearon fue cómo conseguir multiplicar sus
dimensiones y, para eso, echaron mano de la técnica del trampantojo: una
multiplicación ficticia del espacio visual para lograr mayor amplitud. También
querían conseguir, a la vez, que la imagen del Cristo se realzara y cobrara más
protagonismo. Con estos fines, el retablo se compondrá de unas pilastras con
columnas salomónicas y, a partir de ahí, se entrelazarán dos arcos jugando con
el referido efecto arquitectónico del trampantojo para aumentar el espacio y
conseguir sensación de profundidad.
En la parte central del retablo
se construirá un nuevo baldaquino, con el que se pretende que el Ecce Homo
quede como suspendido en un relicario, volviendo a insistir en la idea de que
todo irá enfocado a que la imagen del Cristo tenga la mejor ubicación. Esto
también se conseguirá colocando al Ecce Homo en el retablo de tal forma que su
cara esté en el centro de un círculo imaginario formado por la prolongación de
los arcos. Igualmente, se pretende que las columnas, partiendo desde el suelo,
contribuyan a dar mayor esbeltez a la composición.
Aunque la estructura sea barroca,
sus creadores quieren introducir en la ornamentación elementos más
contemporáneos, como hojarasca autóctona o plantas del entorno; incluso se ha
pensado en representar un galgo (el perro encarna la fidelidad y tiene gran
simbolismo para este pueblo).
En la parte superior, el retablo
irá coronado por la cruz (recuérdese el origen de la ermita, ligado a un trozo
del lignum crucis). Y también se buscará colocar otros elementos típicamente
barrocos, como los espejos y, en la parte de arriba, un rompimiento de gloria.
Por último, aunque la
remodelación del ábside ha eliminado unas hornacinas de los años 50, las
imágenes de los arcángeles San Miguel y San Gabriel y de la Virgen del Carmen
que había en ellas se añadirán al retablo, para respetar esas devociones
populares. Igualmente irá integrada en el retablo una mesa de altar, que se
extraería para oficiar la misa.
Una vez presentado este proyecto,
ideado por Gutiérrez, Zurita y Gavilán de forma altruista y disfrutando mucho
en el proceso, según han confesado, la cofradía busca los apoyos suficientes
para que se materialice en la práctica. El directivo Lorenzo Aguilar asegura
que harán todo lo posible para que se vaya consiguiendo poco a poco y cree que
en el plazo de dos o tres años podrá iniciarse. También destaca que, en toda la
evolución del diseño del retablo, se ha estado trabajando en permanente
contacto con los artistas y no omite alabar la reforma que ha conseguido sacar
a la luz la estructura original del ábside.
DOMVS AVREA. La construcción de un sueño dorado.
La
Ermita de San Pedro es la piedra que,
durante siglos, ha sido testigo permanente de la relación de Dios con el hombre
en nuestro pueblo, este encuentro se ha desarrollado en un entorno bucólico, en
el que puede advertirse el aliento de la vida brotando de cada surco de la
tierra.
Con sus más que posibles orígenes
como templo romano, su posterior conversión en recinto cristiano, mezquita y
tras la Reconquista nuevamente cristiana, la Ermita es un elocuentísimo
edificio que habla, como ningún otro, de la historia de nuestro pueblo. Es un
edificio vivo, en continua transformación, que aglutina rasgos y elementos de
todas las épocas, que caprichosamente permanecen o desaparecen. Cada generación
ha dejado su huella en el recinto sagrado, esta capacidad aglutinadora de
estilos y formas convierte el monumento en un espacio único, modelado por el
tiempo de forma caprichosa, no sujeta a normas. El transcurso del tiempo ha
sido el canon que ha modelado el espacio.
La Ermita carece sin embargo de
una solución definitiva en el ábside. Una mirada relativamente sincera es capaz
de advertir que los elementos muebles del mismo carecen de sentido estético, y
en definitiva de una planificación lógica acorde a la originalidad del recinto
y a la excelente calidad de la talla del Ecce-Homo.
No existen fuentes documentales,
gráficas u orales que aporten información precisa acerca de la existencia
tiempo atrás de un retablo que cobijara la antigua imagen del Patrón de nuestro
pueblo, que al menos desde la primera mitad del XVIII preside el ábside de la
Ermita. Sí parece claro que este lugar lo ocupaba primitivamente una pintura
que representaba a San Pedro.
Para corregir este estado
ciertamente precario, a petición de la Junta de Gobierno, y aprovechando las
obras llevadas a cabo mientras se sometía a la Imagen de Ntro. Señor a un
proceso de restauración, propusimos primero recuperar la estructura original
del Ábside, probablemente del Siglo XVI, limpiándolo de elementos extraños, y segundo proyectar un solución definitiva que
cobijase, a modo de relicario, a Ntro. Señor Ecce-Homo.
Teniendo en cuenta las
necesidades funcionales que plantea la cuestión, se decidió proyectar un
retablo dorado, que desde sus planteamientos buscase los mejores parámetros
para presentar al pueblo la Imagen
del Ecce-Homo, con un concepto que ligase con el estilo artístico de la propia
Imagen, sin renunciar a la inclusión de formas más contemporáneas.
La tipología del retablo dorado
constituye una de las manifestaciones artísticas más representativas y
singulares de nuestro acervo cultural. En
él se sintetizaban prácticamente todas las artes plásticas. Como
se ha señalado en multitud de ocasiones, el retablo es, junto con la escultura
policromada, la gran aportación española a la historia del arte. Para los
artistas, durante siglos,
el retablo se ha considerado el fin más digno y más noble para sus obras, por
ejemplo una pintura tenía mucha más importancia si su destino era un retablo
antes que una colección privada.
El importante desarrollo que
adquieren a partir del siglo XV está directamente relacionado con su función
prioritaria: servir de vehículo de evangelización para el pueblo, transmitiendo
de forma tangible el mensaje del dogma católico. Son construcciones, que de
forma paradójica levantan un pórtico desbordante que conduce al espacio de lo
eterno.
El retablo, en su
condición de marco, es el dispositivo idóneo para que la referencia a la realidad
espiritual correspondiente a las Imágenes Sagradas alcance la claridad expositiva necesaria, con objeto de ser
mostrada a los fieles de forma cálida y directa. El retablo, además de ejercer una indudable influencia
sobre la sensibilidad del fiel, configura el escenario de la liturgia.
Ha
sido para nosotros un honor formar parte de este importante e histórico
proyecto con la absoluta confianza y entrega por parte de la Junta Directiva.
Esperemos que este sueño de oro
se convierta en realidad, con la ayuda de todos y podamos contemplar a
Nuestro Patrón en esa Domus aurea ( Casa de Oro).
Por Jesús
Zurita, José Gavilán y Felipe Gutiérrez.
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