Por Juan Manuel Adán Gaitán.
"Cataluña antes de llamarse Cataluña se llamaba España; La Marca Hispánica. Un territorio que logra la independencia del rey de Francia por pura ambición personal, que es lo único que alimentaba a los condes de la época, para tomar tamañas decisiones. Era un territorio pequeño, desde Barcelona capital hasta la frontera, sin contar Lérida que pertenecía a la taifa de Zaragoza. Los Condes de Barcelona eran netamente imperialistas, su deseo consistía en robar terreno a los vecinos, algo crecieron en su rapiña, pero poco. La Taifa de Zaragoza contaba con un mercenario invencible, Rodrigo Díaz de Vivar que venció y apresó al Conde Berenguer Ramón en dos ocasiones. Este Berenguer Ramón pidió permiso al <<Cid>> para repoblar Tarragona, cosa que le concedió. Ya que a palos los catalanes no conseguían nada, buscaron prosperar, casando al conde Ramón Berenguer IV con la hija del rey de Aragón Ramiro <<El Monge>>( Ramiro no tenía hijos varones), de esta forma la línea dinástica masculina beneficia a los catalanes. Petronila se llamaba, y al prometerla solamente contaba con un año de edad, sí, han leído bien, un año. Dicen los catalanes que disponían de la mejor infantería del mundo, los Almogávares. Mentira; los almogávares eran tropas principalmente pirenaicas, nacidas al principio en Aragón, sumándose con posterioridad catalanas, navarras, valencianas, Baleares, occitanas, calabresas, sicilianas, gallegas, asturianas, griegas y turcas. El reino de Aragón disfrutó de un ensanchamiento de sus territorios a costa de los árabes. Los Jaume I y II conquistaron Mallorca y Valencia donde introdujeron pobladores catalanes, de ahí que en Baleares y Valencia se hablen dialectos catalanes, pero quiero recalcar que Mallorca y Valencia se mantuvieron como reinos independientes con cortes y moneda propia, dentro de la confederación Reino de Aragón, que nunca han sido Cataluña, y que cuando los catalanes incluyen a los territorios anteriormente mencionados como parte de los Países catalanes lo hacen por puro imperialismo, por deseo de apropiarse de lo que no es, ni ha sido nunca suyo. Esta es la autentica cara dura del independentista catalán.
La oligarquía catalana siempre ha sido especialmente cruel con sus compatriotas, especialmente con los del campo que se sublevaban cada poco, dado que le imponían LAS SEIS HUMILLACIONES, consistente en; El Derecho de Pernada, la imposibilidad de abandonar las tierras de las cuales eran siervos y la imposibilidad de poseerlas. Humillaciones que se desmontaron por la intervención de reyes españoles, consiguiendo expropiar las tierras que pagan los campesinos al terrateniente.
El nacionalismo catalán nace en los años veinte, de la oligarquía catalana, descontenta en la grillera imposible del parlamento español, sus malos gobernantes y peor monarquía. Aunque a los catalanes les gusta más llamarlos burguesía, yo prefiero usar oligarquía; El poder de los ricos, según Aristóteles. Asesinos natos que contrataron matones, no dudando en aniquilar a los trabajadores en la semana trágica de Barcelona en 1909 (el setenta por ciento de la mano obrera en Barcelona eran no catalana) y sobre todo, la aniquilación criminal del movimiento obrero en el trienio bolchevique y posteriores. De esa oligarquía nace La Lliga Regionalista de Enric Prat y Cambó. Cambó, no dudó en financiar a los militares golpistas, con el fin de liquidar La II República Española. Estos de La Lliga Regionalista, digamos que son los padres de Convergencia y Unión Democrática de Cataluña.
La oligarquía catalana históricamente, nunca se ha partido la cara por España, pero siempre ha logrado grandes beneficios de ella y juega a un victimismo espúmeo, ¡nos roba nuestro dinero, las tradiciones y prohíbe el catalán! Al que se suman hasta los hijos de los emigrantes andaluces, charnegos, en un claro e hipócrita Síndrome de Estocolmo. Ellos también viven la marca de los engreídos, el catalanismo".
1 comentario:
Está bien contado Juan Manuel:
Algún día terminara la burguesía y los reyes. Nos convertiremos en trabajadores y ciudadanos.
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