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Accidente ocurrido en el mismo punto. |
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Estado actual del punto, tras rellenar la zanja. |
Por Rafael Castro.-
¿Dónde está Mami? Un niño hace esta desgarradora
pregunta cada vez que llora por algo. Y hay que contestarle. Su padre, Alberto
Padilla Vacas, está roto por el dolor. Ya no sabe de dónde va a sacar las fuerzas ni
las explicaciones que sirvan de respuesta.
Aquella mañana de lunes su mujer, Arancha, emprendió
rumbo al trabajo como un día más. Ha pasado más de un año y aún no ha vuelto a
casa.
A solo quinientos metros de su casa y unos minutos después
de despedirse de su hijo y su marido, su vida se detuvo. Fue en la salida de la
rotonda de Hipercor, dirección Sevilla. La suma de un asfalto resbaladizo como
pocos, un peralte invertido, defectuoso y húmedo por las filtraciones, más los
residuos de la gasolinera de la rotonda y algunas obras cercanas, hizo que su coche resbalara y se saliera de
la vía mientras circulaba a una velocidad ridículamente mínima, lo que le
provocó una colisión lateral con una farola y cayó a la profunda zanja de
cemento que bordea el arcén --ambas sin protección alguna--.
¿Quién o quiénes decidieron que no hacía falta proteger
esa trampa mortal con una simple bionda de seguridad, a pesar de contarse por
decenas los accidentes sufridos en ese mismo punto tiempo atrás?
Ese mismo día cayeron varios vehículos más, pero por
suerte sus ocupantes resultaron ilesos. Algunos incluso llegaron a volcarse
completamente.
Arancha no tuvo tanta suerte. El personal sanitario
salvó su vida de milagro, sin embargo sufrió daños cerebrales gravísimos y,
desde hace un año, sigue postrada en una cama en estado semivegetativo.
Los responsables de esta decisión probablemente no tengan
ni idea de cómo se deteriora una persona en ese estado durante un año en una
cama, ni mucho menos se imaginan el sufrimiento y la impotencia de sus seres
queridos. La mayoría están en tratamiento psiquiátrico para sobrevivir a este
drama que, sin duda, puede ser una de las peores situaciones que puede tener un
ser humano.
Tampoco conocerán la complejidad de los tratamientos que
necesita, ni la dependencia que suponen. Ni lo que siente un padre criando solo
a su hijo de tres años sin saber qué responderle cuando le pregunta dónde está
su madre y ni siquiera puede decirle que se ha ido al cielo.
Porque no se ha ido… pero tampoco está. Tampoco serán conscientes
de lo que siente una madre cuando acude a visitar su hija diariamente para
contemplar cómo se va consumiendo día tras día sin poder hacer nada para
evitarlo.
“Lo que sí sabe esta gentuza –comenta Alberto- es
proyectar obras, robar y repartirse los presupuestos para la ejecución de las
mismas que pagamos todos los ciudadanos con nuestros impuestos (carreteras,
colegios, parques, hospitales, etcétera)”.
Añade que “al final, con los cuatro duros que les quedan
hacen chapuzas como las de la Ronda Oeste de Córdoba para abrirlas al tráfico a
toda prisa y poder salir en la foto antes de las elecciones”.
A cualquiera de estos "sin nombre", que siguen
callados un año después, les invita a que le acompañen a visitar a su mujer a
Madrid como cada fin de semana. Afirma que “en Córdoba, además de tener
carreteras tercermundistas, tampoco tenemos centros ni ayudas para pacientes de
este tipo”. Por el camino les contaría como era ella antes, sus ilusiones, su
energía, su manera de sentir la vida, las ganas que tenía de darle un hermano a
su pequeño, “nuestros proyectos de vida”, relata llorando. Les contaría
cada detalle de cómo era su vida y de cómo es ahora. Luego les dejaría un
rato en la habitación con ella para que contemplaran el resultado real de sus
obras.
Arancha iba a trabajar,
a salvaguardar los intereses de una empresa de la cual tampoco han
tenido ningún apoyo, ni para ponerse al corriente con sus nóminas, ni tan
siquiera un “lo sentimos mucho” . A todos ellos les invitaría a pasar estas Navidades
con su familia.
Comenta Alberto que “si alguno de estos ladrones tuviera
así a su mujer, con un tubo en la garganta para respirar y otro en el
estómago para alimentarse, o simplemente viviera la mitad de lo que mi familia
y yo estamos viviendo, seguramente no volvería a meter la mano donde no debe”.
Su mujer necesita cuidados y estímulos continuos en
centros especializados cuyos precios son verdaderamente prohibitivos. Sus
familiares y amigos necesitan imperiosamente que la Administración “deje de
tapar sus vergüenzas con su ofensivo silencio” y que dé la cara.
Arancha era una conductora experimentada que circulaba a
una velocidad adecuada, “tal y como lo corroboran testigos y los agentes que
estudiaron el siniestro” y debería seguir cuidando de su pequeño y haciendo su
vida normalmente, pero la nefasta decisión de no vallar y señalizar ese
peligrosísimo punto, eso y solamente eso, hizo que su vida y la de los que la
rodean se truncase para siempre. “Alguien tuvo que tomar esa decisión.
Tenemos el legítimo derecho de saberlo y de exigir que se responda por
ello”, comenta Alberto. Se pregunta “¿dónde van a parar nuestros impuestos?,
¿para qué pagamos las multas por no usar los elementos de seguridad de los
vehículos si las carreteras que mantenemos entre todos son las primeras que no
cumplen los requisitos de seguridad y se convierten en guadañas para los
usuarios de las mismas?”.
Este fatal accidente podía haberle pasado a
cualquiera, incluso a la mujer del que decidió abrir “esa chapuza” de carretera
sin terminar. Se cumplen los plazos legales para obtener una respuesta y siguen
sin tener ni tan siquiera una llamada de teléfono. Le gustaría encontrar una
respuesta para darle a su hijo el día de mañana y contarle por qué su madre
perdió la vida a 25
kilómetros por hora. Si van a seguir haciendo caso omiso las
plegarias de la familia que sólo pide que se haga correctamente su trabajo,
invita a que, al menos, no ignoren al pequeño y tengan el valor de ponerse
frente a él y responderle cuando vuelva a preguntar: -"¿Dónde está
Mami?". Desde aquí quiere agradecer a todas las personas que
desinteresadamente han mostrado su apoyo, y en especial a Rafael León. Concluye
que “este hombre es la única persona que se dignó a parar para auxiliar a una
persona accidentada en la carretera que se debatía entre la vida y la muerte. A
todos aquellos que pasaron de largo solo les digo que ojalá nunca tengáis que
pasar por algo así”.